Texto-subtexto
Continuando con el tema sobre análisis del texto, conversemos un poco sobre texto y subtexto.
Las palabras escritas en el papel constituyen el texto, el propósito con el cual son dichas, su significado interno; la intención que nos mueve en realidad está comprendida dentro del subtexto.
En la producción del autor de un texto, cada palabra, cada letra, cada signo de puntuación tiene parte en la trasmisión interna.
En la interpretación de un texto, la propia inteligencia del actor introduce sus matices individuales. La puntuación solo es indicativa pues los ritmos no están impresos. Lo que importa es reencontrar, a partir de lo escrito, la fluidez que precedió a la escritura.
En una frase lo esencial no procede de la gramática, ni de la sintaxis, ni de la retórica sino de las sensaciones y sentimientos que el autor haya cristalizado en sus palabras y lo que dichas palabras despiertan en el oyente. A través del análisis de texto se descubre que las palabras no pueden tener siempre el sentido primario que se acostumbra a asignarles. En diferentes situaciones pronunciadas por diferentes personajes, acaban teniendo un significado completamente distinto. Esta es la tarea escénica: establecer de forma clara, no solo lo que dice el personaje sino para qué y cómo debe expresarlo.
Es imposible predeterminar una expresión porque el tono de una frase buscada “de oído”, nos llevará siempre a la sobreactuación.
La fórmula es: voy a tratar de decirlo como si lo dijera él, extrayendo de las palabras su significado cabal por el proceso señalado como: acción = qué hago, propósito = para qué lo hago, y luego unirlo al ajuste necesario, es decir, al carácter de la acción. Esa es la manera de encontrar la intención justa de un texto.
Descubrir texto y subtexto es importante en la carrera del actor. Se aplica a la idea de expresar pensamientos y no simplemente a decir las palabras contenidas en el papel. Es necesario conocer la razón que nos mueve a decirlas. En el subtexto está el espíritu de la palabra escrita, luego, la palabra dicha tendrá poder.
El juego de la intención ajustada es algo tan provechoso para el actor que, como es lógico no se puede excluir de las prácticas.
Con esa finalidad es idóneo buscar diferentes propósitos de una misma frase u oración, y para ello definamos la palabra clave. Ella le dará sentido a la oración o a la frase. Citaré como ejemplo una que utilizo en clases:
“Vete de mi casa no te quiero ver más”
Esta oración puede tener un sentido distinto, de acuerdo a la palabra que escojas (palabra clave), en coherencia a la intención que quieras dar al texto.
Si escoges “Vete”, como palabra clave, será muy distinto a la intención que surja con la palabra “mi”, “no”, o “más”. Hagan este ejercicio y descubrirán un cúmulo de posibilidades. Al escoger la palabra clave debe hacerse cierto énfasis sobre ella para enfatizarla.
– Al escoger la palabra “vete”, el sentido de la frase es que “se vaya” de la casa.
– Al escoger “mi”, se referirá a que debe irse de una casa que “me pertenece”.
– Si escoges “no”, significaría que por “ningún motivo” quiero volver a verte.
– Y si te decides por la palabra clave “más”, entonces estoy siendo muy claro en el deseo de “no volverle a ver”.
¿Se dan cuenta cómo cambia el sentido de la intención según la palabra que escojamos?

«Angustias de la mediana edad» de Indira Páez, en escena con Astrid Carolina Herrera, Malena González y Fedra López. Bajo mi dirección.
Dentro del análisis de texto se halla todo el material que requerimos para enrumbar nuestro trabajo como actores. Pero ya que estamos hablando de la intención en el comportamiento humano, es necesario referirse también a la necesidad de adaptación al personaje creado, es decir la suma de formas en que se puede realizar una acción, uno de los elementos del actor surgido en su mayor parte del subconsciente.
No se dice en vano que el talento del actor se mide por la rapidez en adaptarse a las situaciones. Un actor vivo, lleno de atesoradas vivencias, siempre tendrá nuevos matices, nuevas formas de entonación colocadas de tal o cual manera para enriquecer a sus personajes. No son las adaptaciones fijas llamadas “cliché” las requeridas para la composición sino la atmósfera en la cual van a tomar lugar dichas adaptaciones.
Cuando se comienza la preparación de un personaje, la selección de una atmósfera es determinada por nuestra forma de sentir el carácter de dicho personaje, por la facultad de intuir los rasgos internos distintivos del sujeto a crear. Somos guiados en esta búsqueda por la intuición, por nuestra habilidad de percepción, por la propia experiencia de la vida al observar, cotejando cosas que se han visto y dando, finalmente, justificación a cada una de las acciones simples. Incidentalmente, el talento en el actor es algo intuitivo basado en su capacidad para inventar cosas; si se carece de ese rasgo, la intuición quedará silenciosa por carencia de material para su construcción. Es la función de la consciencia operando con la ayuda del conocimiento.
La deducción intuitiva es algo que surge de la experiencia propia, en donde encontramos la fuente de inspiración para crear. Si a ello unimos la facilidad de adaptación, la relación entre el actor y su personaje se resuelve de manera sencilla.
El actor a partir de su propio yo, y no del de otra persona, debe proyectarse por completo en la ejecución de acciones sencillas establecidas por el análisis del papel. La misma variedad de sus combinaciones, su lógica interna, su adaptabilidad, dan como resultado un carácter específico que tendrá que diferir completamente de la forma de pensar y actuar del mismo actor. Esa es la forma de crear, de plasmar ante nosotros a una nueva persona: el personaje.
Es necesario entrenar y cultivar la individualidad creativa porque una cosa es segura: El actor ejecuta acciones; si cesa de hacerlo, empieza el dominio del trabajo mecánico y no el del arte. Convertirá a su personaje en sólo forma sin fondo.
Voluntad
Sobre el personaje, no debemos preguntar quién es, sino qué quiere. Lo que da la voluntad teatral es la objetividad de la meta. Es más, la esencia teatral es el conflicto de voluntades. Ahora bien, sabemos que toda idea teatral, por abstracta que sea, puede ser teatral en la medida que se presente en forma concreta, en términos de voluntad. ¿Se acuerdan cuando les hablé de acción, voluntad y ajuste? Es decir, la idea abstracta transformada en voluntad concreta, en circunstancias determinadas, provocará la forma teatral adecuada, válida y convincente para el espectador.
Contra voluntad
Ninguna emoción es pura ni constantemente igual a sí misma. Lo que se observa en la realidad es justamente lo contrario: nosotros queremos o no queremos, amamos o no amamos, somos valientes o no lo somos. Para que el actor viva verdaderamente en la escena tiene que descubrir la contra voluntad de cada una de sus voluntades.
En algunos casos es evidente; Hamlet solo quiere una cosa: vengar a su padre, pero, por otro lado, no quiere matar a su tío. Quiere ser y no ser.
Observemos, por ejemplo: Romeo y Julieta. No se puede encontrar dos personajes que se quieran más, que tengan menos voluntad. Si un actor debe interpretar el papel de Romeo debe amar a Julieta, por supuesto, pero también es cierto que por hermosa que sea, por adorable y amorosa, no por eso deja de ser a veces una gatica, una niña irritante y tonta. Y a Julieta debe pasarle lo mismo si durante todo el tiempo no ve de Romeo más que su lánguido rostro enamorado.
El actor que no utiliza sino voluntades acaba por ser torpe en escena. Sigue pareciéndose a sí mismo todo el tiempo. Ama… ama… ama… La gente lo mira y piensa: “¡Ese es un rostro enamorado!” Cinco minutos después, el mismo rostro. Segundo acto: igual. ¿Quién tendrá ganas de seguirlo mirando?
Reflexionen acerca de este ejemplo y piensen lo que debe significar para el espectador un personaje que debe sufrir todo el tiempo como sufren los protagonistas de telenovelas; o el de un actor atormentado por un complejo (por lo regular esta clase de papeles les toca a los coprotagonistas) y de inmediato hagan la siguiente relación: una telenovela o serie de televisión dura aproximadamente tres meses, que es igual a un mínimo de sesenta horas en un trimestre de espectáculo, ¡sesenta horas!, y ¿todas con el mismo rostro lloroso o con el rostro del complejo anterior? ¡Por favor! Ha de ser un verdadero martirio para los pobres espectadores.
Aunque en el texto se nos presente este tipo de tendencia, debido a la estructura convencional de una telenovela, es imperioso que nosotros como intérpretes creemos matices para no ser repetitivos. Todo un reto para un actor o actriz.
Extracto de mi libro «La actuación, su sentido místico»
Extracto de mi libro «La actuación, su sentido místico»
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Me encanta leerte, no soy actriz, pero tus escritos me llevan con la mente a imaginar que estoy en una escena interpretando algún personaje y aplicando todo lo que dices. ¡Vaya que eres genial!. Gracias por compartir este material. Es alimento para mi alma querido Sebastián.
Quizá porque en esencia son contenidos universales, gracias por leerme y por tu comentario alentador, eres muy amable.
Great content! Super high-quality! Keep it up! 🙂
Very kind for your comment and your encouragement. Thanks for reading me.