Mis Libros
Cautivos
una programación ancestral
Desde el mismo instante en que nacemos inician a moldearnos de acuerdo a las tradiciones, creencias e ideologías de las personas que nos rodean. Sin embargo, cuando esto no está alineado hacia la consecución de nuestra paz y bienestar, comenzamos a tomar consciencia del mundo que deciden imponernos e intentamos andar nuestro propio camino, intuitivamente empezamos a desprogramarnos de tantos dogmas establecidos generación tras generación.
Ese es el momento, cuando de manera espontánea surgen preguntas que son perennes: ¿para qué estoy aquí?, ¿cuál es mi sitio?, ¿a dónde voy?
De niños imaginábamos el futuro como una hoja en blanco en la que comenzamos a escribir nuestra historia anhelada, nuestros ojos se iluminaban ante las posibilidades infinitas, nos sentíamos llenos de energía por la promesa del descubrimiento y el placer de vivir inmersos en tanto potencial. Nos sabíamos capaces de todo.
No obstante, conforme crecemos nos muestran limitaciones y nuestra visión del futuro se constriñe, lo que una vez elevó la imaginación ahora es un lastre de temor y ansiedad, lo que una vez pareció ilimitado se vuelve estrecho y nebuloso debido a las infinitas inducciones de las que somos objeto.
Pero existe una manera de recuperar la vertiginosa dicha del potencial inagotable que intuimos cuando niños y salir del cautiverio donde nos muestran la cotidianidad desde la batalla, la culpa, el sufrimiento y el dolor per se, como forma de vida.
Hacerse consciente no es un acto intelectual, es un despertar al alma que nos posee.
Regresar
La humanidad nos requiere de vuelta.
Hasta cuándo puede esperar la humanidad que accionemos por su bien, mientras nos mantenemos como simples espectadores de todas las atrocidades que observamos en nuestra vida cotidiana y a través de cualquier espectro radio eléctrico.
El tiempo que nos queda ya no lo podemos usar para simplemente voltear la mirada, mientras la actitud barbárica de tantos está acabando con toda manifestación de dignidad y de vida en el planeta.
En este libro exalto lo imprescindible de retornar a nuestra esencia más pura. Regresar, como un irreemplazable acto de amor para nosotros mismos y para la humanidad; ella nos requiere de vuelta con todas las cualidades de un niño.
Cada vez que es engendrado un ser dentro del vientre materno y luego al nacer en este plano de vida, tenemos nuevamente la oportunidad de renacer diferentes. El planeta tiene otra oportunidad.
Lo que debemos reaprender de ellos no es algo pueril. Estar a su lado es regresar a lo que fuimos, a lo que somos y olvidamos. Recordarnos.
Es la sabiduría, la conexión más profunda con el presente absoluto, darnos cuenta que vivir es una ocasión especial, única, para avanzar como especie en armonía con el planeta.
Para esto, la física cuántica nos permite saber que en ella existe un camino para lograrlo ya que sugiere la existencia de muchos futuros posibles para cada momento de nuestras vidas.
Cada futuro se encuentra en un estado de reposo hasta que se despierta por las elecciones hechas en el presente. Podemos elegir distinto.
La magia, la maravilla, el misterio y la inocencia del corazón de un niño, son las semillas de la creatividad y la compasión que sanan al mundo. Solo tenemos que volver a él.
Ese es el camino y allí están las soluciones que esperan ser reconocidas para todo lo que aqueja a nuestros corazones y al planeta. Allí está la cura a tanto dolor y desasiosiego.
“A menos que seas como un niño, no entrarás en el reino de Dios”.
Este, más que un mensaje católico, tiene un poderoso significado cuántico. Ese reino es el campo de todas las mejores posibilidades.
EL MEJOR REGALO
De cómo el teatro es capaz de transformar consciencias
Un día me encontré con la ineludible curiosidad de saber para qué hacía teatro realmente, más allá de la pasión. En mi caso, nunca me ha arropado la castrante necesidad de reconocimiento y aplauso, así que esa búsqueda como actor o director me ha sido indiferente; menos pensar que ese podría ser el fin último de ser artista.
Desde siempre me ha atraído la labor investigativa sobre el arte dramático. Su amorosa soledad durante el acto creativo estimula mis sentidos y me hace la vida leve. Me conmueve su historia, sus raíces, el fluir de sus vertientes, su influencia social sobre el individuo que la ejerce y sobre la propia sociedad.
En ese entonces (1999) me planteé la posibilidad de hacer teatro con actores “discapacitados intelectualmente”, aplico este término porque psicopedagógicamente es el que se aplica, aunque personalmente considero que ningún individuo tiene discapacidades sino capacidades distintas a otros, percepciones diiversas, y en concordancia con ello desarrollan otras destrezas. Son seres que llegan a este mundo a provocarnos un «cambio».
Creo firmemente que la normalidad es como el sentido de la verdad, subjetiva; sobre todo si tomamos en cuenta que la emoción es la que rige el acto creativo, el más puro. En correspondencia con esto, si todos somos seres emocionales solo habrá distintos matices en las expresiones artísticas; en ello no hay minusvalía.
Por esta razón tenía plena seguridad que llevar adelante un proyecto teatral con personas diversas a las que estaba habituado, y además, con estas características de tanta ingenuidad, sencillez y franqueza, traería consigo un supremo aprendizaje para todos como equipo. Ese proyecto se llamó “socialización de personas con discapacidad intelectual a través del teatro”.
Sentí que podía, a través de ellos, reencontrarme con la esencia del arte dramático; reconocerme con él nuevamente, con ese arte donde su principio es la honestidad, donde la verdad es inalienable.
Asimismo, qué mayor franqueza que el accionar de un niño; una cualidad que estos seres poseen. Son niños eternos, independientemente de su edad cronólogica; verdad perpetua.
Observar ese accionar, más allá de la mente, sería sin duda una escuela suprema para mí como artista.
Todos somos seres de luz, pero ellos vienen a enseñarnos el amor incondicional, la aceptación y el fluir, por encima de formas y maneras de decir o hacer tal o cual cosa, como artistas; a desnudarnos a través de nuestra obra.
A fin de cuentas, este es nuestro leitmotiv.
Tenemos tanto que reaprender.
En este contexto de utilizar el arte (el teatro en este caso) como vehículo para la integración social, se ha hecho mucho en algunos países donde se tiene el conocimiento y ante todo la consciencia sobre la importancia e incidencia positiva del arte dramático para las personas con “discapacidad”, cualquiera esta sea.
Las experiencias que pude observar con artistas invidentes, sordociegos o con parálisis de extremidades inferiores, me inspiraron para esta aventura.
La característica del arte dramático de aglutinar las demás expresiones artísticas, brinda en un solo espacio la posibilidad de diversificar la experiencia escénica y esto potencia el talento de cada quien.
Me enamoro a diario de cómo el teatro es capaz de hacernos conscientes.
¿Qué mejor regalo?
La Actuación, su sentido místico
Técnicas / El actor del siglo 21
Intenté ser lo más pragmático posible en la explicación de los aspectos técnicos, de manera que sean de fácil comprensión. Hacer de ellos un entrenamiento diario, acoplará tu cuerpo e intelecto brindándote versatilidad ante la responsabilidad de una interpretación.
Recordemos siempre que, para los actores, el cuerpo es nuestra herramienta de trabajo, y la mente juega un papel preponderante, es decir, te dará un poder sustancial en relación a otros que no se instruyen, por lo que es recomendable (si no imprescindible) estar habituado al entrenamiento físico y mental de manera que ambas cosas estén siempre dispuestas para la acción.
Actuar no se aprende como una receta para cocinar, no es una fórmula que te la inoculan, eso es imposible, esto entra en el mundo de la ficción absoluta. Por ello cada actor va desarrollando su propia técnica y a mayores estímulos, estudios y práctica, mucho mejor.
La actuación es una de las expresiones artísticas más completas, debido a la cantidad de destrezas que nos toca desarrollar a fin de lograr expandir nuestro talento. Por ser el cuerpo nuestra herramienta de trabajo, lo convertimos en cómplice de nuestro acto creativo.
El ser que decida ser intérprete se paseará por la vida con una mirada inocente, observadora de otra realidad que está detrás de lo aparentemente obvio. El ser que decida llevar adelante su intuición de ser otro y uno, a través de la interpretación, conocerá el amor incondicional. Un amor donde se da aquello de entregar todo sin esperar nada a cambio, y que el solo crecimiento de ese otro, será el mayor de los regalos; el solo hecho de amar, es el alimento. Solo dar. Como a las personas que amamos.
Ese ser, será también poeta porque desde la poesía verá la vida, su poesía se fusionará como una fotografía que es capaz de recoger, en palabras, en un instante, en un golpe de luz, las imágenes que enfoca. Será compositor y bailarín porque se llenará de ritmos y melodías infinitas acompasadas con la coherencia de su corazón. También será pintor cuando vislumbre su capacidad de dibujar infinitos matices y degradaciones de colores emocionales a través de la imaginación. Y cuando vea que es capaz de esculpir y darle forma a una masa de letras inspiradoras, descubrirá que también es escultor.
Habiendo llegado a este punto no podrá retroceder jamás a ser lo que no era, andará con coherencia, se descubrirá como creador y como tal llevará adelante su modo de vivir. Descubrirá no solo su sentido artístico, sino el de sí mismo, con su accionar a través de este arte. Descubrirá que no hay lugar más plácido, ni brisa más suave. Sentirá la plenitud de una comunión absoluta, de entrega, y la realización como individuo.
El sentido místico de este arte, lo abrazará en ese instante para revestir de sentido su vida, y a partir de allí, él será la escultura, la pintura, la música, la poesía, la obra, el arte vivo. Tal es el poder de la actuación. En este otro estado de consciencia nace al actor del siglo 21.
Más allá del cuerpo
¿Qué sucedió en mi organismo para revertir en pocos meses un estadio terminal?
Quiero inspirarlos desde mi más profunda intimidad. Es la primera vez que hago público ese momento de mi vida, pero decidí escribir y publicar un libro que habla desde la sanación. Quiero compartir cómo transité la “enfermedad” que me devolvió la vida. Llamar una enfermedad “incurable” es porque ha alcanzado un nivel donde no se puede curar por medios externos, es cuando consideran que no hay nada por hacer más allá de los aportes de la ciencia a través de sus maravillosos avances. En ese instante, es preciso ir a nuestro interior para sanar. Ir más allá del cuerpo.
En 2014 un médico me sentenció a pocos meses de vida y yo tan solo no le creí, desde el corazón. No hice mía su creencia. Lo cambié por otro que resonara con mi sentir. Hoy después de haber estado en un estadio terminal metastásico (nivel cuatro), me encuentro completamente sano. En aquel momento tan solo pasaron ocho meses para que eso ocurriera. Acompañé a la ciencia con un profundo cambio de creencias sin mirar a los lados. Esta fue una de las variables que cambié en mi interior para que el resultado fuese otro al pronosticado.
Suena extraño, pero cuando luchas contra algo lo haces más grande, en cambio cuando lo haces tuyo y lo cobijas en tu corazón sucede eso que la gente llama “milagro”. A ti, que no te conozco personalmente, te abrazo y de corazón a corazón quiero decirte que sí puedes sanar. Es vital (literalmente) un cambio de creencias. Tomémonos de la mano en esto de crecer.