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Preguntémonos el «para qué» y no el «por qué» vemos la vida como una batalla en las distintas circunstancias que se nos presentan.

 

Este artículo es un extracto de mi nuevo libro

«Regresar» La humanidad nos requiere de vuelta. 

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Sería bueno dejar de decir o decirles a otros: «venceré o vencerás esta batalla«, «soy o eres un guerrero (a)», y cosas por el estilo. Reflexionemos sobre esto. ¿Estará bien colocarnos como soldados en pie de guerra contra las circunstancias que sentimos como adversas?

Tengamos presente que «estar en pie de guerra” significa estar preparado para entrar en combate. Incluso tiene el matiz de querer provocar al enemigo para que se inicie la guerra. Nada se acaba con la intención de aniquilar, hundir o derrotar.

En una guerra la lucha es prolongada y esto produce diversas batallas. Una disputa continuada que puede dar lugar a actos violentos. Por ello, el que se coloca en plan de guerrero (a) contra algo o alguien nunca saldrá del todo victorioso, como en toda guerra.

 

Nos han enseñado desde diferentes tipos de religiones, desde distintos géneros literarios, desde ciertas películas melodramáticas, sobre todo desde los telediarios o cualquier instrumento comunicacional, que luchar es la premisa: “luchemos contra el maltrato infantil”, “luchemos contra las drogas, «luchemos contra la violencia de género”, “luchemos contra el gobierno de turno”, “luchemos contra el cáncer”, “luchemos contra la contaminación ambiental”, luchemos… luchemos, luchemos.

Pero, ¿se han dado cuenta que nada contra lo que se lucha desaparece?, todo lo contrario, se hace más grande, cada área desarrolla más aristas convirtiendo al enemigo en algo invencible. Esto obedece a una ley física, energética, y es que “aquello a lo que te resistes es lo que persiste, y lo que niegas te somete”, como bien lo apreció en su momento Carl Jung.

Nos han mal enamorado de la idea de sentir las circunstancias “adversas” de la vida como enemigos y en consecuencia enfrentarlas hasta vencer. Pelear contra ellas, para así, de lograr superar la contienda, sentirnos orgullosos, héroes; acabados y traumados, pero héroes a través de una vida forzada, cuesta arriba, donde el único aprendizaje será intentar estar bien desde la disputa.

Lo que no te dicen es que, desde ese aspecto vibracional, aunque aparentemente venzas alguna que otra batalla, de seguro repetirás el mismo patrón que la produjo y por consiguiente más experiencias “adversas” llegarán a ti para continuar batallando, ya que “batallar” con lo que sea y para lo que sea, se convierte en tu leitmotiv.

Sobre la adversidad es bueno saber que no existe, es la no aceptación de lo que se nos presenta lo que convierte una experiencia en algo adverso. Tal vez si intentamos sentirlas como situaciones aliadas (aunque no nos agraden) todo cambiaría dentro la solución de cualquier eventualidad que sentimos desde un principio como algo desfavorable, contrario, hostil, nefasto, etc.

 

¿Será esa la mejor postura psicológica para afrontar determina experiencia? ¿Qué será más amable en relación a nuestro mundo emocional, librar batallas o integrar desde el amor las situaciones que se nos presenten? ¿En realidad hay alguna batalla qué librar? Tomemos en cuenta que toda “batalla” implica un esfuerzo tal, que nos disminuye física y emocionalmente, además, ¿cómo se puede luchar contra lo que uno mismo ha creado creyendo que está fuera de nosotros? Todo lo que se manifiesta es nuestra consciencia, el mundo que vemos y sentimos es a nuestra imagen y semejanza.

Querer afrontar las cosas desde el dolor en un drama sin fin. Sentir que podemos vencer “la adversidad” desde la pelea, es algo neurótico. Incluso hasta un cliché horrible, sin sentido. Esta es una creencia que sería bueno cambiar porque, qué sucede si no nos planteamos las cosas que nos van sucediendo como adversas. Si eliminamos el sentido de víctimas, acosados, maltratados o castigados.

Lo más difícil es comprender que yo soy la causa de mis sufrimientos. Esto golpea en lo más hondo, uno se siente herido y se resiste a esa idea. Pero piensa que nadie te está escuchando ni viendo en esta disertación, es algo de ti contigo mismo darse cuenta de ello.

Siempre que alguien te dice que otro es la causa de tus males te sientes bien y sientes simpatía hacia esa persona.

Si te digo que tú eres un sufridor, una víctima debido a causas externas, que los demás te están explotando y haciendo daño, que son violentos contigo… te sentirás bien. Eres reconocido en tu dolor y además como sufridor.

Pero esa sensación no te durará, es un consuelo momentáneo y peligroso con un precio muy alto que pagar, porque esa “empatía” estaría apoyando la causa de tu sufrimiento, haciendo creer que viene desde afuera.

 

Por esa razón, aquellos que se compadecen de ti no te ayudan en nada, su simpatía ayuda que tu causa sea reforzada, la fuente misma de tus sufrimientos se ve reforzada.

Sentirás que tú estás en lo correcto y que todo el mundo está equivocado, que el sufrimiento llega de alguna otra parte, fuera de ti.

Comprendamos que cada quien es la causa de todas sus experiencias. Al concientizar que eres la causa de tu “infierno”, la transformación ya habrá empezado. En el momento en que sientes eso, la transformación ya está hecha. Ya has iniciado un camino de sanación. Solo queda morar día tras día en ese estado de consciencia.

A partir de aquí, un gran cambio te ha sobrevenido. Los sufrimientos irán desapareciendo ante ti una vez que comprendas que tú eres la causa. Ya no serás tan ignorante como para ayudar a reforzar la causa que crea el sufrimiento. Tu cooperación cesará.

Quizá los sufrimientos continuarán durante un tiempo debido a los viejos hábitos. Incluso si te vuelves consciente, la antigua y habitual práctica de mucho tiempo haciendo lo mismo, te insinuará ir en la misma dirección, pero de igual manera esto no durará mucho.

Toda experiencia que no sea agradable durará menos porque ya estarás en capacidad de poder atajarte en tu responsabilidad de haberla creado.

La energía a dejado de estar allí. Podrá continuar como una pauta muerta pero poco a poco irá desapareciendo del todo.

Todo patrón negativo de conducta necesita ser alimentado diariamente, necesita ser reforzado diariamente, necesita continuamente de tu cooperación. Pero una vez que te haces consciente que eres la causa de tus sufrimientos, la cooperación desaparece. Hasta te aburrirá crear drama.

 

Esto que digo es para hacerte consciente de un solo hecho; que estés dónde estés, seas lo que seas, tú eres la causa. Y no seas pesimista por ello, porque esto es esperanzador. Ya que si otro fuese la causa nada podría hacerse.

Sentir adversidad ante cualquier situación es adoptar una postura de víctima, esto está lejos de la propia estima.

Es poderoso estar alineado con la premisa de que todo lo que sucede es para mi bien mayor y el de todos los involucrados, aunque desde la mente no lo comprendamos así en su momento. Creer en ello es tener la certeza de que nadie ni nada nos está castigando ni es nuestro enemigo a vencer. Además, hará que el tiempo te muestre la razón de la experiencia que experimentaste o que estás experimentando.

Las emociones y pensamientos

Las emociones y pensamientos generan ondas que pueden materializarse el mundo físico, Por esa razón la imaginación posee tanto poder.

Todo lo que consideramos como bueno o malo es creado desde nosotros. El ADN de las células se adapta al entorno bioquímico, social, ambiental, emocional, electromagnético, etc., por lo tanto existe el entrelazamiento cuántico que nos habla que nuestros más pequeños componentes se comunican entre sí con el resto del universo al mismo tiempo, allí radica la ecuación de decir que todo lo que nos rodea está conectado con nosotros y es nuestro reflejo o espejo.

Nuestros cuerpos nunca dejarán de interactuar con el universo ya que no solo somos un cuerpo, sino que estamos hechos de partículas atómicas que nos tendrán interaccionando por siempre y más allá de lo que conocemos en este momento.

Nuestras creencias más íntimas tienen un gran poder. Orden implicado crea el orden explicado, si no te gusta tu realidad cambia tus creencias.

Considero que ver la vida sin lucha nos allana el camino para emprender de manera más acertada y leve cualquier tipo de experiencia que nos toque transitar. Es decir, luchar no nos dará más poder, todo lo contrario, lo disminuye enormemente.

Habiendo llegado a un estado de enfermedad o de una vida desastrosa en distintos ámbitos (profesionales, personales etc.), se hace propicio tener una mente en paz, independientemente de lo que el cuerpo o las circunstancias externas te muestren, independientemente de lo que estás o no estás haciendo, y sobre todo por lo que crees que sucederá más adelante. Cosa que escapa absolutamente de nuestro control.

Desde el «para qué«, tendremos una perspectiva más clara de qué nos quiere decir determinada experiencia, es decir, «para qué» la vivimos. De seguro no es para librar batallas.

 

El «para qué» nos coloca en una perspectiva de aprendizaje, en cambio el «por qué» nos hace ver las cosas desde el victimismo, gran detalle. Esto nos sucede tanto en la vivencia de una enfermedad como en cualquier relación tormentosa con otra persona, incluso dentro de cualquier contexto social o económico.

Desde el victimismo acostumbramos a echarle la culpa y la responsabilidad a otros o a las circunstancias externas por lo que nos sucede; en cambio, desde el «para qué«, nos llevamos a concientizar que todo viene desde nosotros, como únicos responsables de lo que nos acontece.

Seguramente hay algo emocional por sanar y así cambiar las circunstancias adversas que nos hemos creado. Algo que está más allá de nuestro cuerpo.

En un nuevo estado de consciencia nos preguntaremos ante todo evento, ¿qué me quiere decir? ¿Para qué lo vivo?

Tenemos que estar claro con lo que sí queremos, sin hacer énfasis en lo que no queremos.

Para el campo cuántico, el “no” está borrado, entonces si dices: “no quiero estar enfermo”, él entenderá, “quiero estar enfermo”, así con cualquier ejemplo. Por esa razón, cuando no quieres un tipo de hombre o mujer, eso es lo que tendrás, o cuando no quieres un tipo de trabajo, eso es lo que obtendrás.

Cuando no quieres algún tipo de experiencia, esa es la que vivirás y se te hará presente, por lo tanto, afirma: tengo un cuerpo pleno de salud y armonía abierto a las mejores condiciones físicas donde todas mis células funcionan perfectamente al igual que cada órgano.

Todo lo que afirmes que sea en presente y en positivo, jamás en negación. Por ello Carl Jung, sabiendo esto, dedujo: “lo que niegas te somete y lo que aceptas te transforma”.

La palabra sí y no, son diferentes formas de vibrar, ambas con mucho poder, pero con resultados diametralmente distintos.

La física cuántica sugiere la existencia de muchos futuros posibles para cada momento de nuestras vidas.

Cada futuro se encuentra en un estado de reposo hasta que se despierta por la elección hecha en el presente, de manera consciente y manteniéndose en ella. Morar en ella.

Estás donde tu atención te lleva, de hecho eres tu atención. Si tu atención está fragmentada, tú estás fragmentado.

Cuando tu atención está en el pasado, tú eres el pasado, cuando estás en el futuro te diluyes en un mundo ficticio, y cuando tu atención está en el presente, estás en la presencia de todo lo real, de la única fuente de todas las posibilidades.

 

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