Desde hace poco más de dos décadas algunas personas amigas, entre ellas, maestros, alumnos y alguno que otro periodista, me sugerían la idea de escribir un libro sobre mi experiencia artística y pedagógica en el campo del arte dramático. Algo que sintetizara mi visión sobre lo aprendido y desarrollado en esta disciplina artística.
Como actor y director soy criado y formado dentro del teatro, me dejé atrapar por él desde muy temprana edad, luego en plena juventud la televisión, el cine y el doblaje, se sumaron al teatro para darme la experiencia y madurez que hoy, al cabo de treinta y nueve años de investigación, estudio y labor constante, han cristalizado mi inquietud de publicar un libro que hable sobre actuación.

Yosef, Opera Rock (musical off Broadway), fue mi primera experiencia profesional como actor. Dirigido por Emilio de soto.
“Treinta y nueve años” se escribe rápido, pero es mucho lo andado en ese lapso; compartir mis conocimientos y descubrir los de otros, viene desde siempre, cuando en el año mil novecientos noventa y cuatro, después de veinticuatro años de experiencia, me planteo la posibilidad de compartirlos en un espacio físico a través de diversos talleres de actuación que decidí desarrollar, y que luego se convertiría en un centro de estudios llamado Teatro del Actor, abarcando la ciudad de Caracas y Valencia en mi natal Venezuela. Desde ese entonces nació una de mis más grandes pasiones, la docencia. Por consiguiente, mi aprendizaje fue superlativo por la retroalimentación profesor-alumno que ello significa.
En este libro intentaré plasmar, lo aprendido a lo largo de mi vida artística, en mis estudios formales dentro de la Escuela Nacional de Teatro de Venezuela y en tantos talleres realizados dentro y fuera del país, sobre todo, de los aportes que pude absorber a través de la observación de cada uno de los profesionales con los cuales he tenido el honor de compartir escenarios y set de filmación.
Fusionar la parte teórica con la parte práctica y sumando a esto un elemento definitorio como lo es “la experiencia de vida”, me llevó a crearme una técnica propia de interpretación. Creo que, al fin y al cabo, a eso llega cada actor, aunque maneje alguna tendencia interpretativa específica. Somos seres únicos y no es posible colocarnos un chip o un software para desarrollar actores bajo un mismo soporte lógico de un sistema informativo. Dejaríamos de ser creadores. Artistas.
Asumir con absoluta consciencia la postura de observador me llevó a nutrirme de infinidad de estupendas actuaciones y de otras no tan acertadas (esto es subjetivo) pero todas y cada una me brindaron la posibilidad de comprenderme más dentro de mi búsqueda actoral. Me comparaba, técnicamente, con unos y otros, comparaba a unos y otros, hasta que al final iba adoptando lo que se me hacía más cómodo y dúctil en mi labor interpretativa para la consecución y creación de un personaje. De allí que considero que cada intérprete desarrolla su propia técnica. Una técnica que, a mi parecer, debemos trascender después para no ser actores esquemáticos. No obstante, esta es solo mi postura.
El hecho de poder trabajar en distintos medios (teatro, cine, doblaje y TV), me brindó la experiencia de acercarme, comparar, traducir y emplear las distintas técnicas interpretativas, ya que si bien es cierto que al final un actor interpreta personajes; lo ejecuta de manera distinta según el medio donde le toca hacerlo. Un actor debe ajustarse, técnicamente hablando, a los requerimientos que se le presentan.
Por citar un ejemplo cotidiano; el actor acostumbrado a proyectar e impostar su voz dentro del teatro, no puede emplear la misma técnica vocal dentro de un set de filmación, ya que tiene un micrófono muy cerca y aturdiría al operador de audio, al director y finalmente a la audiencia; hasta el propio personaje huiría de él, de ser posible. Además, estaría fuera de contexto o lo que en nuestra jerga llaman “sobreactuado”, lo mismo sucede con los gestos y los movimientos. Esto, aunque parezca obvio, muchos actores no lo manejan con propiedad.
El objetivo del actor, en primera instancia, es resultar creíble y verosímil, logrando que el espectador pueda introducirse en la historia y suspender la noción de realidad.
Es imprescindible para una correcta y ajustada ejecución de nuestro trabajo, estudiar las distintas técnicas interpretativas según el medio donde nos toque trabajar. Comprender esto conlleva un inmenso crecimiento como actores profesionales y capaces.
De todo ello hablaré en este libro. Los llevaré desde el aprendizaje del aspecto más básico, pero fundamental del desarrollo técnico actoral, para luego pasar a la comprensión de lo ritual, la realidad y representación desde el teatro antiguo al performance posmoderno, hasta cómo superar la parte intelectual e ir más allá de la actuación y comprender su sentido místico. Volver (como actores del siglo 21) a los olvidados orígenes de este arte, como fuente creadora y transmutadora.
A lo largo de mi vida artística, descubriendo, investigando y poniendo en práctica diversas técnicas actorales, he sentido que el arte dramático está más allá de toda forma y que su riqueza está en hallar la pureza de un personaje, su verdad, sin juicio, y una vez realizado un minucioso análisis de texto, abordarlo con total honestidad, desde el corazón más que desde el intelecto. Llegar a un nivel donde ese personaje surja con voz propia, alma propia, por encima de toda técnica. Ser, instrumento para su manifestación en el plano físico, más allá de lo literario, más allá de la actuación. Volar.
Vamos a divertirnos.
Sebastian Falco
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