No tendría sentido la vida si solo fuésemos materia.
Si solo estuviéramos aquí para pasar un rato.
Un rato solo para planteamos la vida desde la lucha, contra lo que sea, y pasarla mal permitiendo que las cosas cotidianas y normales que suceden a todo mortal nos aplasten, creyendo que somos castigados por un Dios que está esperando en una esquina del cielo a que nos equivoquemos para darnos con todo.
No tendría sentido la vida si solo estuviésemos aquí para crearnos deudas y luego, neuróticamente, ingeniarnos cómo hacer dinero para salir de ellas, o creándonos relaciones tormentosas para luego ver cómo hacemos para botarlas a la basura, eso sí, culpando al otro por nuestras lágrimas…
… venir para solo repetir patrones de dolor.
No tendría sentido si solo fuésemos un puñado de carne, de vísceras, de arterias, un deseo atrapado en un cuerpo, sin un alma que anhela sentir de nuevo el amor del que sin duda forma parte.
Qué no se “vaya” nadie que amamos o que nos ame, sin que se lo hayamos dicho o demostrado.
Qué no te “vayas”… sin haberlo hecho.
Sería injusto… y sucede tanto, por orgullo, malos entendidos, odio, incomprensiones, o simplemente por creer que siempre estarán (estaremos) “ahí”… aquí.
…y nos distraemos.
¡Ah… esta vida breve!
Qué sea la del perdón; pero ese que olvida.
Qué sea esta la del despertar, la del amor sin condiciones.
La de la certeza de estar bien.
Extracto de mi nuevo libro
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