Compartir

El primer muro que comienzo a derribar junto a mis alumnos es el pavor que implica para ellos hablar en público, si no se vence esa sensación, es imposible mostrar toda la capacidad real que posees para expresarte. De hecho, puedes comprender perfectamente un personaje en el texto escrito, pero si a la hora de leer en voz alta, permites que te asalte el miedo escénico, entonces te quiebras. Ni pensar hacerlo con público en vivo, te evaporarías. Si permites que esto suceda no podrás volar con él y experimentar la libertad que ello significa.

El miedo escénico es sencillo de erradicar. Veámoslo de esa manera. Descubramos su rostro oculto.

Lo primero que debemos hacer es tomar consciencia de que estamos iniciando un período de aprendizaje, no estamos entablando una competencia con nadie y todos nuestros compañeros están a la par, por consiguiente, nadie está en capacidad de juzgarte y en todo caso, aunque seas el alumno más joven o inexperto de un grupo, o simplemente cuando en algún momento te presentes ante el público, el juicio de alguien es su entero problema.

Es precisamente allí, en la sensación de sentirse juzgado donde está el motivo de ese miedo. Comienzas a preguntarte si lo estás haciendo bien, si lo dices con propiedad, si lees correctamente, si les gustas o no, sobre todo piensas que no les gustas y allí está el embrión de tu propia aceptación. En realidad, es una condición tuya como persona y no tiene nada que ver, en esencia, con el campo actoral. Es decir, el miedo a ser juzgado lo vivencias no solo en la posibilidad de hablar en público dentro de una clase de actuación o sobre un escenario, sino también en otras áreas de tu vida seguramente. Por consiguiente, lo que hay que resolver es la razón de sentirte vulnerable cuando te muestras ante alguien.

 

MIEDO ESCÉNICO

 

Sentirse juzgado es un aspecto que como actor tienes que superar, de lo contrario no podrás avanzar con soltura, y si tomamos en cuenta que existe la llamada “crítica especializada” entonces es bueno saber que seremos observados siempre. En todo caso, la apreciación de cualquiera sobre nuestro trabajo, es también su entero problema, como dije antes. En modo alguno tenemos que hacer concesiones para agradar, seamos coherentes con nuestro instinto para llevar adelante nuestra propuesta de personaje. Es nuestro sagrado acto creativo.

El hecho artístico requiere honestidad y esa honestidad parte del principio de no juzgarse a uno mismo a la hora de abordar un personaje, menos hacerlo con él.

Desde ese punto de vista y si somos absolutamente honestos y coherentes con nuestro acto creativo, ¿qué nos puede importar la opinión de los demás? Y esto no lo digo desde la prepotencia, sino desde nuestra preservación como individuos únicos e irrepetibles. En consecuencia, de tal manera será nuestro arte.

El arte es subjetivo y eso quiere decir que, como en la vida misma, a algunas personas le gustarás y a otras no. A ti te sucede igual con tu entorno ¿o no es así?
Es como ver una pintura de cualquier artista o un film de cualquier director; a unos le puede gustar y a otros no, a unos menos y a otros más. Es imposible que algo o alguien les guste a todos, porque existen distintos cristales desde donde las personas vemos el mundo.

 

MIEDO ESCÉNICO

 

Imagínate entonces lo imposible que resulta ajustarse a la inmensidad de criterios existentes, sería extenuante, una labor colosal, inverosímil. Nos sacaría de foco en relación a nuestro acto creativo.
Bajo esta premisa, a la hora de interpretar un personaje, tenemos que ser capaces de mostrarnos coherentes en nuestro accionar, entre lo que pensamos y sentimos, como en la vida misma.

Antes de ese mágico instante hemos realizado un arduo trabajo de construcción de personaje, ello nos da la certeza de saber lo que estamos haciendo en comunión con la propuesta de nuestro director y un profundo análisis de texto ya realizado.

Si estamos contentos y satisfechos con nuestro proceso actoral, lo demás no tiene porque incidir en nuestra autoestima como artistas. Ser fiel a nosotros nos hace únicos. Tenemos que superar el miedo escénico para siquiera iniciar la primera lectura ante nuestros compañeros, así poder hacer las preguntas necesarias al director y salir de las dudas que surjan hacia nuestro personaje. Hacerlas sin temor a ser juzgados, tengamos presente que se trata de nuestra propuesta artística y eso debería tener un valor inmenso de ti para ti, por consiguiente, es pertinente estar claro en este aspecto.

El público se subyuga ante un actor capaz de volar, de hacerlos imaginar, de hacerles creer en otra realidad tan vívidamente como la cotidianidad en la que están inmersos. Hacerles sentir. Somos intérpretes de emociones y es a través de ellas que llegamos a los espectadores. Así como en la vida misma.

MIEDO ESCÉNICO

Bajo mi dirección. «Sueño de una noche de verano» de William Shakespeare, teatro Greco Romano / Segesta, Italia.

Perder cualquier atisbo de miedo escénico permite mostrarnos tal como somos, nos acerca a la verdad, con todo el poder liberador de nuestro acto creativo, de nuestro arte. Cuando perdemos el sentido del ridículo, allí está el punto liberador donde el personaje se eleva más allá de todo juicio, más allá de la actuación, donde ya no cabe la mente, solo intuición.

Extracto de mi libro «La actuación, su sentido místico»

https://www.amazon.com/Sebastian-Falco/dp/1687725446/

http://amazon.com/author/sebastianfalco

 

Compartir