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Como actor tenía una herramienta aprendida pero que no usaba mucho en mi cotidianidad salvo en momentos puntuales relacionados con el oficio del arte dramático o en situaciones personales extremas que me causaran algún tipo de inquietud. Era estar en meditación.

Ya había experimentado su importancia y maravillosos efectos sobre mí. Creía en ella.

En el contexto oncológico, cultivé aún más esta práctica. Las meditaciones se hicieron más profundas, llegué a un punto en que logré la paciencia y constancia necesarias como para realizarlas a solas, creándome una rutina sin desanimarme a lo largo de ellas, todo lo contrario, me deleitaba cada vuelo donde viajaba a esos rincones donde ya no permites que la mente continúe entorpeciendo.

Llegar al estado donde todo fluye de manera armónica y natural, uno con el todo, unidos. Aprendí a apartarme inclusive del tipo de meditación centrada en un objeto de concentración, para finalmente trascender dicho objeto, volviéndome solo un observador.

Hay una gran diferencia entre meditar y estar concentrado, en la concentración hay un yo que se concentra y un objeto en el que nos concentramos, en la meditación no hay nadie dentro ni nadie fuera, no hay división entre el interior y el exterior, como sí pasa en la concentración.

En la meditación el interior va fluyendo dentro del exterior y viceversa, no existe demarcación, límite o frontera.

La concentración es dual por eso crea cansancio, terminas exhausto y no logras realmente concentrarte durante veinticuatro horas, tendrías que tomarte un tiempo importante para descansar, la concentración nunca puede llegar a ser tu naturaleza en cambio la meditación ni te cansa ni te agota, puede hacerse durante las veinticuatro horas, día tras día, puede convertirse en eternidad, es una manera de vivir.

Esto se experimenta cuando realizas algo que te apasiona, es la relajación misma. La concentración es un acto, un acto de voluntad y la meditación es un estado sin voluntad, un estado de inacción, uno simplemente se abandona a su propio ser y ese ser es el mismo que el ser del todo.

En la concentración hay un plan, una proyección, una idea, la mente funciona partiendo de una conclusión y por consiguiente está haciendo algo, la concentración surge del pasado.

En la meditación no hay ninguna conclusión detrás, no estás haciendo nada en particular, está solo siendo.

No tiene pasado, no está contaminada por él y tampoco tiene futuro, está libre de él. Es lo que los maestros zen llaman acción a través de la inacción, ellos utilizan una hermosa imagen sobre el hecho de estar sentados en silencio sin hacer nada y la primavera llega y la hierba crece por si sola.

No se hace nada, no se tira de la hierba hacia arriba. Es el estado donde permites que la vida siga su propio curso, cuando no quieres dirigirla, cuando no quieres ejercer ningún control, cuando no estás manipulando, cuando no impones ninguna disciplina, es el estado de espontaneidad pura.

Yo en algo me desequilibraba cuando las cosas se me escapaban de mi control y en el contexto de mi experiencia con el cáncer o «la gripe esa» como lo llamaba, o aprendía o aprendía… a soltar.

                                     La parte está en el todo y el todo en la parte. Lo que es arriba, es abajo.

La meditación ocurre en el presente, es puro presente, ella es inmediata. Por lo tanto, no puedes “ponerte a meditar” sino que puedes “estar en meditación”, esta es una abismal diferencia.

Por otro lado, no puedes estar en concentración, pero puedes concentrarte, la concentración es humana y la meditación es divina.

La concentración tiene un centro en ti, tiene un yo en ti. De hecho, el hombre que se concentra mucho empieza a acumular un gran yo, empieza a hacerse más y más poderoso y se empieza a convertir más y más en una voluntad integrada, parece más entero, más de una pieza, en cambio el hombre meditativo no se vuelve poderoso se vuelve silencioso y pacífico.

El poder se crea con el conflicto, todo el poder surge de la fricción, recordemos que de la fricción sale la electricidad. El hombre puede crear electricidad con el agua cuando el río cae por la ladera de una montaña y allí sucede fricción entre el agua y las rocas, allí se crea energía.

Por eso toda la gente que busca poder está siempre luchando, la lucha crea energía y entonces el poder siempre se crea a través de la fricción. El mundo entra en guerra una y otra vez porque está dominado por la idea de poder, no sabe ser poderoso sin luchar.

La meditación trae la paz, esa paz tiene su propio poder, pero es un fenómeno completamente diferente ya que el poder que resulta de la fricción es violento, agresivo, masculino y el poder que resulta de la paz es femenino, tiene su propia gracia. Es poder pasivo, receptivo, es apertura. No procede de la fricción por eso no es violento.

La meditación te convierte poderoso en tu paz y en tu silencio, así como una rosa, no poderoso como una bomba atómica. Eres tan poderoso como la sonrisa de un niño, muy frágil y vulnerable pero no poderosa como una espada.

La meditación te hace poderoso como una pequeña lámpara de barro y como una llama resplandeciendo en la noche oscura, es una dimensión totalmente diferente.

La concentración es entonces una fricción ya que luchas con tu propia mente, intentas enfocar la mente de una cierta manera hacia una cierta idea, hacia un cierto objeto.

Fuerzas a la mente una y otra vez, ella intenta escapar, evadirte y tú la vuelves a atrapar y la fuerzas a entrar por el carril que te estás construyendo. Luchas contigo mismo. Ciertamente se crea poder y es tan dañino y poderoso como cualquier otro poder.

Ese poder será para dañar a alguien (queriéndolo o no) porque ya sabemos que es violento. Lo que proviene de la violencia será violento y destructivo.

El poder que surge de la paz, de la no fricción, de la no lucha, de la no manipulación es inmenso, pero no pesado. Infinito, pero jamás violento.

La concentración te hará un hombre de voluntad, la meditación te convertirá en vacío. Buda dijo que “la meditación es la sabiduría del más allá, no puedes traerla, pero puedes estar abierto a ella”.

No necesitas hacer nada para traerla al mundo, no puedes traerla, está más allá de ti. Tienes que desaparecer para que llegue, la mente tiene que cesar para que exista la meditación.

          ¿Meditas o solo te concentras?

La concentración consiste en forzar la mente, la meditación es un estado de no mente, es pura consciencia y no tiene ningún motivo, es el árbol que crece sin semilla, y ese es el milagro de la meditación, su magia y misterio.

La concentración tiene una semilla ya que te concentras con un cierto propósito, hay un motivo y por ende está motivada. Y si la meditación no tiene motivos se preguntarán ¿para qué hay que meditar si no existe ningún motivo?… porque la meditación solo aparece en la existencia cuando has examinado todos los motivos y los has encontrado carentes de todo, cuando has atravesado todo el círculo de los motivos y has visto su falsedad, has visto que no conducen a ninguna parte y que sigues moviéndote en círculos.

No hay cambio y sigues siendo el mismo. Los motivos prosiguen y prosiguen llevándote y trayéndote, casi volviéndote loco, creando nuevos deseos, pero nunca se consigue nada que verdaderamente termine satisfaciéndote, siempre querrás más y más.

Nada termina de hacerte completa y absolutamente feliz y ¿cuándo te das cuentas de esto?… cuando has visto fracasar todos tus motivos.

Ningún motivo ha triunfado nunca, de ningún modo a traído bendiciones a nadie. Los motivos tan solo prometen, lo prometido nunca llega a recibirse.

Un motivo fracasa y llega otro y te ofrece una promesa, y otra vez eres burlado. Siendo burlado por los deseos una y otra vez, pero un día de pronto te das cuenta, de pronto lo ves y ese mismo ver, es el principio de la meditación. No tiene ninguna semilla, no tiene ningún motivo.

Cuando dices me voy a poner a meditar entonces estarás concentrándote y no meditando. Entonces estás aún desde la mente y esa mente está interesada en baratijas y trivialidades, por consiguiente, eres mundano.

Todos lo hemos sido por supuesto. Y es que incluso si meditamos para alcanzar a “Dios” somos mundanos, hasta si te planteas meditar para alcanzar el Nirvana eres mundano porque recordemos que la meditación no tiene meta alguna.

La meditación es la comprensión de que todas las metas son falsas y además, la comprensión de que los deseos no llevan a ninguna parte, y esto no es una creencia que puedes obtener de Jesús, Buda o de cualquiera que te hable de ello, ya que no es conocimiento sino que tendrás que verlo por ti mismo, puedes verlo ahora, en este instante que has vivido.

Has visto muchos motivos, has estado en medio de la confusión, has pensado en qué hacer y en qué no hacer y has hecho muchas cosas, ¿adónde te ha llevado todo ello?, solo tienes que verlo. No te digo que estés de acuerdo conmigo simplemente.

En mi experiencia esta fue una realidad a la que no había prestado atención, esto no es una teoría sino una simple formulación de un hecho muy simple y quizá porque es tan simple es la razón por lo que lo pasamos por alto.

La mente siempre está interesada en complejidades porque cree que con una cosa compleja se puede hacer algo y con un fenómeno simple no se puede hacer nada.

A lo simple se lo deja pasar, no se le presta atención, lo simple es ignorado, lo simple es tan obvio que nunca lo observas, seguimos buscando complejidades y una complejidad entraña un desafío.

La complejidad de un fenómeno, de un problema, de una situación, te ofrece un desafío y de ese desafío surge energía, fricción, conflicto; y tienes que solucionarlo, demostrar que tienes que solucionar ese problema.

Cuando hay un problema te sientes excitado por la posibilidad de probar algo, pero la meditación es un hecho simple, no es un problema. No te ofrece un desafío, simplemente es.

Puedes mirarlo o evitarlo y no vocifera ya que es muy simple. Ni siquiera puedes llamarlo la pequeña y calmada voz de tu interior, ni siquiera susurra, simplemente está ahí y puedes mirarlo o no.

Tienes que sentirlo y cuando digo que tienes que sentirlo es que lo hagas ahora mismo de inmediato… no esperes, hazlo rápidamente porque si empiezas a pensar, si no lo haces rápidamente, de inmediato en esa minúscula pausa entra la mente y empieza a darte vueltas, y esa mente empieza a traer pensamientos y prejuicios.

De pronto te hayas en un estado filosófico con muchos pensamientos entonces tienes que decidir qué está bien y qué está mal y allí empieza la especulación. Te has perdido el momento existencial, es decir el presente, el ahora mismo.

                                      Fluye, habita desde el corazón.

Echar un vistazo, ese vistazo es una meditación, ver la realidad de una cierta cosa, de un cierto estado es meditación, la meditación no tiene motivo, de ahí que no tenga centro y como no tiene motivo ni centro no hay yo en ella.

En la meditación no funcionas desde un centro, actúas desde la nada, meditación es únicamente responder desde la nada.

La mente concentrada actúa desde el pasado, la meditación actúa en el presente y desde el presente. Es una pura respuesta al presente, no es reacción.

No actúa viendo las conclusiones sino viendo lo existencial. Como todo lo natural.

Obsérvalo en tu vida, hay una gran diferencia cuando actúas basándote en conclusiones, por ejemplo: ves un hombre interesante que parece muy bueno e inocente, te gustan sus ojos y te vibra de manera hermosa también, pero el hombre al presentarse te dice que es cristiano y tú eres judía (a), inmediatamente algo cambia y se produce un distanciamiento, el hombre ya no te parece inocente y además ya no es tan bello tampoco.

Tú tienes ciertas ideas con respecto a los cristianos sobre lo que han hecho a los judíos en el pasado, piensas en como los han torturado a lo largo de la historia, etc.

Al percatarte que es cristiano algo cambió inmediatamente. Esto es actuar con base a conclusiones, prejuicios y sin mirar bien a ese hombre porque tal vez no es la clase de persona que imaginaste en tu mente, tal vez no es el tipo de hombre que tu mente piensa que tiene que ser un cristiano ya que cada cristiano es un tipo de hombre diferente, al igual que cada hindú es un tipo de hombre diferente, lo mismo que cada mahometano y también cada judío, por cierto.

No puedes actuar con prejuicios, dando categorías a la gente, encasillándolas. Puede que te han engañado cien comunistas, pero de pronto conoces al ciento uno y es totalmente distinto y de esa manera la categoría que te has hecho en la mente se desmorona, no hay dos personas parecidas.

Siempre que actúas basándote en conclusiones es la mente quien lleva el volante, en cambio cuando solo observas el presente no permitiendo que ninguna idea obstruya la realidad ni los hechos y simplemente cuando observas los hechos actuando según lo que ves, eso es meditación.

La meditación no es algo que haces por la mañana y se acabó, la meditación es algo que tienes que seguir viviendo cada momento de tu vida; caminando, durmiendo, sentado, hablando, escuchando, tiene que convertirse en una especie de atmósfera, de clima.

Una persona relajada permanece en ella, una persona que va abandonando el pasado y el futuro se mantiene en meditación y es que no hay otro espacio donde vivir.

En resumen, no permitas que lo muerto anule a lo vivo, y esto me lo tomé de manera literal. No permitir que el pasado o el futuro influencie al presente, es meditación.

La meditación es un tipo de experiencia que te da una cualidad totalmente diferente para vivir tu vida. Ya no vivirás como un hindú, o como un mahometano, como un hippie o como un alemán, por enumerar cualquier característica, simplemente vives como consciencia.

Cuando vives en el momento presente y no permites que nada interfiera, la atención es total porque no hay distracción.
Las distracciones provienen del pasado y del futuro. Cuando la atención es total el acto es total, no deja residuos. Va liberándote, nunca te crea jaulas, eso es lo que Buda llama Nirvana.

Nirvana significa libertad total, absoluta, sin obstáculos. Te conviertes en un cielo y en una tierra abierta y sabemos que no existen fronteras en ellos, solo las creadas por el hombre desde su mente.

 

Extracto de mi libro «Más allá del cuerpo»  / Capítulo 4 

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