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En mi libro me he dado a la tarea de abordar diferentes técnicas actorales para poder desarrollar e interpretar un personaje, y un acercamiento sobre ritualidad, realidad y representación desde el teatro antiguo hasta el teatro posmoderno. Todo ello suma a la hora de crear. Nuestra preparación y estudio moldeará nuestro talento y hará la diferencia, entre alguien que se hace llamar actor y un artista.

Son muchas aristas que debemos tomar en cuenta y todo este cúmulo de técnicas interpretativas y tendencias artísticas, contribuyen a que nuestro trabajo y lo que intentemos transmitir a través de él, llegue con la mayor coherencia y asertividad al espectador. Como actores manejaremos un discurso con cada personaje que nos toque interpretar, así que debe llegar con facilidad.
Un minucioso análisis de texto y la fidelidad que tengamos a él, nos da como resultado: coherencia interpretativa.

Dentro de este maravilloso ritual de creación, se debe encarnar a un personaje en el aspecto físico del término, pero también en el sentido espiritual y trascendente.
Además de lo que ya sabemos sobre esta profesión, el arte de la interpretación, es incluso, un vehículo que nos nutre espiritualmente, y ¿cómo no va a ser así? si estamos trabajando con las emociones y nos involucramos en una relación personal con un personaje que va cobrando vida a través de nosotros. Pero para ello, el actor del siglo 21, tiene que asumir otro estado de consciencia. Existe un inmenso manejo energético cada vez que realizamos un acto interpretativo, es la energía que nace en el campo de la creación. Crear es un acto de amor, el amor es la más poderosa energía, un acto de amor solo se da cuando transitamos con absoluta honestidad, no solo hacia nuestro personaje, como ya sabemos, sino también hacia nosotros mismos.

LA ACTUACIÓN

Taquilla para palabras no dichas, de Johnny Gavlovski, dirección Gregorio Scala Foto: Roland Streuli.

Habiendo dominado toda técnica, podemos cruzar el puente de la necesidad de reconocimiento y aplauso, de lo conocido y seguro y desarrollar instantes donde nos abandonemos al placer de vivir esas otras vidas, de conocer esas otras almas, de ser su prolongación, sus voces, sus cuerpos, deleitarnos con ello, de comulgar y fusionar nuestras emociones. Es a través de nosotros que los personajes cobran vida y se vuelven reales. Por lo tanto, tienen un campo energético e interactuamos con ellos. A medida que se van repitiendo con más frecuencia esos instantes de comunión, vamos adentrándonos en la espiritualidad, y el sentido de “la verdad” es un elemento definitorio en este resultado.

Es abismal la diferencia entre un actor que busca reconocimiento, fama, aplauso y otro, que se ofrece como lienzo para ser pintado. Es “la verdad” y no la mentira lo que nos permite crear. Es “la verdad” la que llega a salvar y salvarnos a través de nuestro trabajo actoral, por consiguiente, es un elemento que no se puede jamás descartar.

Comprender tan solo la explicación de este libro sobre el tema de composición de un personaje no te ayudará del todo, podrás llegar a ser un actor con mucha técnica, conocimientos y hasta apasionado, pero esto no te hará un actor completo. Para completarte tienes que trascender la mente, entregarte a la experiencia sin pensar en la técnica.

Es la explicación viviente en una experiencia viva, la que te llevará a la verdadera comprensión y esencia del “para qué de la actuación”. Si te quedas con las palabras y tan solo con ellas, entonces no llegas a la verdadera justificación de este arte. Solo la experiencia puede explicar, solo la experiencia es la explicación. Más allá de ser la actuación un medio de expresión artística y comunicacional, de ser un medio para vivir y hasta un modo de vida, debemos preguntarnos, para qué existe.

LA ACTUACIÓN

En Segesta, teatro greco romano, siglo III a.C. «Sueño de una noche de verano», de Shakespeare, bajo mi dirección. Foto: Pino Di Giorgi.

Solo el vivirla desde la verdad, te dará la justa dimensión de su misión. Y cuando llegas a ese momento es tremendo porque todas tus fibras se moverán y es tal su movimiento que la mente deja de existir, y allí eres “el otro”. El instrumento requerido donde se gesta arte.

Es a través de esta absoluta entrega que surge lo misterioso. Lo misterioso es lo que no puede ser explicado de ninguna manera, es ese instante dichoso, hermoso, bello, dinámico, que no puede ser resuelto con la mente. Es la fuente de la creación, de la existencia. Es desde la verdad que entraremos al terreno que está más allá de la actuación. Una vez allí, puedes experimentarlo, pero no analizarlo, es una absoluta entrega, no puedes convertirlo en conocimiento. Puedes sentirlo, pero no puedes crear ninguna teoría sobre ello, de ahí que sea un misterio.

Ten por seguro que el que haya probado esta experiencia de comunión definitiva con un personaje, no volverá a ser el de antes. Como en la vida misma cuando se cruzan dos caminos, se desnudaron dos almas. Por ese motivo nadie olvida el acercamiento que haya tenido a este arte, es un camino en el que nunca más volverás a ser el mismo, ni como persona ni como artista. Si lo pruebas y dejas de hacerlo sentirás por siempre que algo te falta.

Para la verdad no hay muerte, es eterna. Le proporciona vida eterna a nuestros personajes y a nuestra experiencia creadora. Por ello recordaremos por siempre personajes inolvidables encarnados por actores mágicos y personajes que hayamos interpretado nosotros.

En esta conexión energética entre nosotros y el personaje, todo sucede como en cualquier relación con determinadas personas, dentro de nuestra cotidianidad.

Tanto en la vida misma como en nuestro acto creativo debemos colocar límites al ego. Un artista muestra su verdad y la mente puede ser un problema, porque el ego existe, el ego es lo más falso posible, la cosa más ilusoria posible. No existe de por sí, para ello tienes que mantenerlo de alguna forma. Tiene que ser mantenido, no es un fenómeno real. Si lo dejas por veinticuatro horas, morirá. Hasta veinticuatro minutos serán suficientes, inclusive veinticuatro segundos. En esos lapsos no existirá. Es vital para él que lo sientas continuamente, levantarlo, apoyarlo a través de la necesidad de ser reconocido y aplaudido, pero es allí donde te diluyes, es donde te alejas del acto creativo. Lo abortas. Toda tu vida trabajas para él, para que el sueño de ser alguien sea mantenido.

Cruzar ese puente de la necesidad de reconocimiento y aplauso, de lo conocido y seguro, es llegar a ese nivel donde dejas de ser tú, para convertirte en “el otro”, mueres. En la muerte desaparece el ego y nace el arte. Esto lo brinda el estado de consciencia.

Pero de ese otro lado del puente, algunos actores sienten el miedo a lo nuevo y desconocido. Sienten que pierden el control y se vuelven inconscientes, y regresan a la forma cómoda y reconocida donde ni siquiera te despeinas en una escena de acción, donde salir bello (a) es la finalidad última, donde te asumes como una pose, un producto que se repite personaje tras personaje, porque eres forma y no fondo. Te conviertes en un producto, al igual que el escritor o el director que deciden transitar esa ruta. Esto no está ni bien ni mal, solo es otra vía, que bien encausada dará satisfacciones, otras.

LA ACTUACIÓN

En Segesta, teatro greco romano, siglo III a.C. «Sueño de una noche de verano», de Shakespeare, bajo mi dirección. Foto: Pino Di Giorgi.

Lo cierto es que como artistas no podemos ser una mentira, tenemos que alejarnos de ella, también de las máscaras. Seamos auténticos y tratemos de ser intérpretes, creadores; no pretendamos ser lo que no somos, porque las pretensiones son una carga que apaga nuestro talento. El sentido de la verdad salva al actor y es que: “la verdad salva”. La verdad se vuelve vida y el espectador cree en ti.

La verdad no solo te salva a ti como intérprete, incluso salva a otros a través de ti. Tal es su importancia que desde allí surge la catarsis que los espectadores experimentan ante ciertos trabajos artísticos. Y dado que el trabajo actoral es energético, la verdad no solo se vuelve una libertad para ti, se vuelve una puerta de libertad para otros también. Así como en la vida misma, serás un reflejo.

Si te vuelves una luz, no solo tu vida será iluminada, asimismo te vuelves una luz para otros. Muchos pueden viajar y llegar a sus metas a través de ti, de tu honestidad y verdad como artista.

Extracto de mi libro «La actuación, su sentido místico» 

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