Aristóteles afirma en su obra Política que el hombre es esencialmente animal, social, racional y político debido a los tres componentes que lo constituyen; su naturaleza, sus hábitos y su razón. Sin embargo, que el hombre sea el único animal racional no significa que no sea irracional o actúe irracionalmente, y cuando esto sucede, se convierte en el más peligroso y depredador del mundo.
Esto obedece a que él actúa más desde la mente, y desde allí siempre se vivirá en absoluta incoherencia entre lo que uno siente, dice y hace.
De hecho, el creer que ser racional es lo más idóneo y asertivo ha desviado “al hombre” de su esencia más pura, lo ha desconectado de su corazón, donde yace la intuición, la capacidad de vibrar sincronizadamente con las acciones más nobles para el desarrollo de la humanidad.
Lo ha desconectado de la verdadera abundancia y prosperidad, no solo para sí mismo (obviamente), sino también para con todo el planeta. Ya no nos reconocemos como parte de un ente absoluto y perfecto en su fluir, en su natural inteligencia. Un ente sin raciocinio alguno, donde nace la naturaleza orgánica; perfecta y sabia, No confiamos en nosotros mismos.
Dentro de esa irracionalidad, “el hombre”, a través de su ambición y avaricia, se ha convertido en el mayor enemigo de sus padres, sus hijos, su pareja, sus amigos, su nación, su pueblo, su hogar, del planeta todo, de su ecosistema y de sí mismo.
De hecho, ningún otro animal ha sido capaz de tanta destrucción e ignominia para el resto de los pobladores de la tierra (y para sí mismo).
…y todo para qué? ¿Solo para saciar un instante de vida? Unos minutos sumados en unos pocos años vividos.
¿Acaso se llega acá para llenar de basura, dolor y caos el camino recorrido dentro de la brevedad de ese lapso?
Para qué esta limitada y miserable visión.
El “para qué” nos llevará a un estado de reflexión y seguramente de asombro ante tanta deshumanización.
No nos preguntemos el “por qué”, ya que esto podría hasta justificarlo; preguntémonos el para qué.
Desde el “para qué” no habrá explicación consciente y despierta que defienda tanta atrocidad. Pero hará que despertemos.
Dentro de esta premisa siempre he intuido que tal vez los humanos somos mayoría y que realmente los que destruyen y propagan el caos son una minoría, de otro sitio, a los que muchas veces terminamos haciéndoles el juego porque estamos “dormidos” o cansados de creer que llegará «algo mejor».
En todo caso y aunque hayan nacido en este planeta, humanos no son, ya que ellos carecen de la cualidad fundamental que nos define; el amor a la humanidad misma. Carecen de esa incapacidad de dañar el mayor de los regalos; nuestro planeta y todo lo que en él nace y vive. Todo.
¿Se justifica tanta corrupción e indolencia para obtener poder y dinero si al morir no te llevas nada material? (“para qué”)
Dudo que un humano obre de tal manera.
Esto sucede en cualquier ámbito, no solo en el político o empresarial. Los medios de comunicación masivos también hacen gala de esto, a través de sus noticieros y series creadas para distraer y adormitar a la población mundial. Se han convertido en un arma letal; manipuladores de corazones y mentes a los que llaman masas.
Una simple masa que moldear.
Somos harina de otro costal, por esa razón tienen que moldearnos a otra imagen y semejanza, ajena a nuestra inteligente y suprema naturaleza.
Pero lo peor de todo, es que muchos se hacen eco en sus redes sociales, repitiendo una y otra vez las mismas «noticias» desalentadoras que leen y escuchan de esos medios, sin darse cuenta que extienden y propagan mucho más la siembra maliciosa sobre toda la humanidad. No podemos «jugar su juego» desde la comodidad de nuestro teclado. Allí es cuando caímos en la manipulación. No seamos simples Robots.
¿Para qué?
internet es una herramienta tan poderosa que de seguro puede ser utilizada para acciones más loables, y está en nuestras manos, literalmente.
Estos seres inhumanos se van y dejan a este planeta peor de lo que lo encontraron. Despertemos a esto.
Imagino que esa es su misión.
De ser así, actúan con total coherencia y somos nosotros (los otros) los que nos rompemos la cabeza y el corazón intentando entender tantas y tantas acciones incongruentes para con el único espacio donde habitamos y convivimos, para con nuestra raza. Nos rompemos la cabeza intentando entender porqué los políticos siendo servidores públicos y para el público, no sirven. Ellos deberían ser los gerentes que organicen el cuido y evolución de todo y todos, pero resulta que hacen lo contrario. Son los organizadores y promotores de guerras, del odio, del caos.
Se dan cuenta que no caben los «por qué» sino los «para qué».
Desde el raciocinio jamás lo entenderemos.
¿Realmente es tan complejo actuar con compasión y consciencia que detrás de nosotros vienen otros seres a poblar este planeta?
Obviamente, llegando a este punto nos descubriremos ante la incapacidad de discernir lo que acontece en nuestra cotidianidad, en algún momento abandonaremos los intentos de llegar a conclusiones sobre los “por qué” de las vidas y obras de esos inhumanos, ya que jamás podremos comprenderlos. Es algo antinatura.
En ese instante solo nos queda fluir de la mejor y más sana manera, e irnos hacia dentro de nosotros mismos, a ese refugio donde yace la verdadera paz y sosiego. Nuestra absoluta coherencia.
Volviendo a Aristóteles: cuando afirma que el hombre es esencialmente animal, social, racional y político… creo y considero (humildemente) que le faltó un ingrediente sustancial para definirlo; su corazón. Ese cerebro lleno de intuición y sabiduría, pleno de imagen y semejanza de “Dios”, y que nos aleja justamente del raciocinio de las cosas, donde nada es sustancial y verdadero, donde se deja de ser humano.
Desde lo racional no llegaremos a buen puerto, la mente siempre se encargará de ello.
Desde el corazón haremos gala de «ser humano». La intuición es la perfecta y amorosa coherencia que poseemos, en cambio desde la mente vivimos saboteándonos y llenándonos de temor e inseguridades. De desasosiego.
Habitemos desde el corazón.
La liberación no es para ti, es de ti en relación con el entorno.
Tengo que abrir los ojos de mi corazón.
Cuando nos conectamos con el «ruido» que expanden orquestalmente en el planeta, vamos perdiendo por completo la facultad de sentir, no sentimos en absoluto.
Nos hemos saltado el corazón, no vamos a través de nuestro corazón. Hemos llegado a la cabeza y amamos desde ella, nos hemos evitado el corazón. Por eso en la vida parece que no hubiera bendición. Solo a través del corazón florecen las flores, sólo a través del corazón nace el canto de los pájaros, sólo a través del corazón llegas a ver la vida como una celebración. Yo te invito a celebrarla. Es breve.
Volvamos a escucharnos, morar en nosotros mismos y actuemos en consecuencia, con lealtad. Disminuyamos las distracciones que nos alejan del puerto seguro.
Existe una máxima que dice: “somos seres espirituales viviendo experiencias humanas”, esto lo explica todo. Estamos más allá de lo que el mundo material nos muestra. Seamos observadores de todo lo que nos acontece, intentando aprender no involucrarnos emocionalmente con ello.
De seguro hará que nuestro paso por este instante de vida sea no solo más armónico, sino que seguramente más amoroso para con nuestro planeta todo.
Tenemos un hogar que proteger y cuidar.
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